POEMA PARA UN VEINTIOCHO DE OCTUBRE

Viene el tiempo, sumiso, a postrarse
nuevamente a mis pies,
y, de nuevo, se aleja con ese aire
de lúgubre animal acometido,
entristecida sombra sin presencia
cuyo paso humillado
rebela cuanta luz manó de las heridas
hasta hacer de la piel adelgazada
este tenue cristal que al mundo transparenta.
Ya no encuentro quien lama hoy mi mano
ni mi pura inocencia acompañe
en esta travesía
que ha de ser solo dulce ofrecimiento.

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