
...cabría la posibilidad de no decepcionarse hasta el punto de admitir la derrota total del hombre frente a una modernidad que lo ha reducido a fosfatina. El individuo desgajado y hedónico, colofón autosatisfecho del hombre-masa, bien pudiera verse en entredicho en cualquier momento, tal vez en este mismo instante, o al girar en aquel recodo del camino. A fin de cuentas, del mismo modo que el veneno ya está inoculado, y resulta letal, no es menos cierto que a cada paso aflora esa necesidad de fundamento que siempre resulta salvífica, aunque se quede en simple aspiración. Ni se nos ha concebido como seres solitarios ni, por más que lo parezca, se ha alcanzado a tasar definitivamente el alma humana como carne destinada al hipermercado.
—No —dijo el principito—. Busco amigos. ¿Qué significa «domesticar»?
—Es algo demasiado olvidado —dijo el zorro—. Significa «crear lazos...»
—¿Crear lazos?
—Claro —dijo el zorro—. Para mí, tú no eres todavía más que un niño parecido a cien mil niños. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. Para ti no soy más que un zorro parecido a cien mil zorros. Pero si me domesticas, nos necesitaremos el uno al otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para ti único en el mundo...
(...)
—Sólo se conocen las cosas que se domestican —dijo el zorro—. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Compran cosas hechas a los vendedores. Pero como no existen vendedores de amigos, los hombres ya no tienen amigos. ¡Si quieres un amigo, domestícame!
(Antoine de Saint-Exupéry, "El principito")
❦