...conviene recordar lo que, con demasiada facilidad, tiende a olvidársenos: que nada resulta fácil (al menos, nada de lo que es verdaderamente importante). Como no debió de ser pequeña, ni del todo grata, la proeza de Hilaire Belloc caminando tantas millas para alcanzar finalmente Roma. Y así, entre pintorescos tipos humanos, misas en recónditos pueblos y aventuras varias, aún tiene tiempo para bromear con un hipotético lector zascandil o elaborar jugosas reflexiones. "Como tal, la Iglesia católica no ofrece filosofías: ella no concede comodidades", asevera. Y muy al contrario de lo que cabría esperar, esa supuesta "incomodidad" poco tiene que ver con disciplinas inhumanas, indescifrables liturgias u obligaciones varias; el propio Belloc lo explica más adelante, y pone ante nuestros ojos cielo e infierno "para la confusión de nuestros equilibrios humanos, de nuestra alegre combinación de lo bueno y de lo malo". Pues eso: el fin de toda falsa alegría.
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