No logro explicarme esta permanente obsesión del hombre moderno por desprenderse de los ritos. Cuanto hermana al hombre a una verdad superior a él mismo, termina siempre por liberarle; en el lado opuesto, toda aversión a los formalismos rituales —con la cínica pretensión de hacer florecer alguna forma de olvidada pureza— aboca no al despojamiento liberador, sino a la frágil desnudez.
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