miércoles, 18 de mayo de 2011


RAZONES PARA DESCREER


Descubro con interés que Unamuno había leído a Loisy, de lo que se deduce que su visión de Jesucristo y de las Sagradas Escrituras se construyó en buena medida con el andamiaje racional-crítico tan propio del siglo XIX.
A renglón seguido, transformo el dato en una consideración tal vez excesivamente personal, despojada a buen seguro de toda lógica, y que jamás se me había presentado hasta este momento. Aunque sólo sea por experiencia propia, se comprende demasiado bien que al menos la mitad de la humanidad busque sin éxito razones para creer; sin embargo, la entrañable y dolorida religiosidad de don Miguel, sumada a su exquisito uso de la razón, me sugieren la existencia velada del bando opuesto, sin duda más trágico, pero también más poético: el de quienes buscan denodadamente razones para no creer, para desasirse definitivamente de un bagaje que consideran inútil en lo que tiene de absurdo, infantil y recurrente.



sábado, 14 de mayo de 2011


ASPIRACIÓN INÚTIL

Cuánto daría uno por dominar siquiera una parcela de cuantas componen el conocimiento humano. Y cuánto más por saberlo expresar con el difícil arte de la palabra clara. Por el momento, y sin visos de adquirir ni uno ni otro, solo he de conformarme con la sucesión periódica de algunas vagas ideas y sus respectivas frases sobrevolando apenas una realidad que, a fuer de persistente, nos complacemos en creerla cosa nuestra, sin fin, eterna.

viernes, 6 de mayo de 2011


"¿DÓNDE ESTÁS CUANDO NO ESTÁS CON NOSOTROS?"





A quienes les sea dado entender, y quieran hacerlo, que entiendan. A mí no se me concede otra salida que la de escribir entre brumas, como si al hacerlo abiertamente, con toda la contundencia que ofrecen esas imágenes de la Tradición que han conformado toda una cultura, toda nuestra historia, al momento yo mismo quedase fulminado por el rayo demoledor de la modernidad. Y ella misma, sabedora de que cuanto se dice no ha sido provocado por la distancia de la ironía o del "buen criterio", saldría en estampida en dirección contraria, conteniendo a duras penas la indignación y la sonrisa despreciativa y nada indiferente.

Allá voy, no obstante.

Dos semanas han transcurrido ya, y de un modo inédito mi corazón se complace en hacerme uno de ellos, amando de un modo distinto, renovado por una alegría infinita, mientras hago mías las preguntas que habrían de formularse aquellos que fueron testigos de tan traumática pérdida. Ricciotti supone que sería algo así: "¿Dónde has estado todos estos días? ¿Cómo has venido aquí? ¿Dónde estás cuando no estás con nosotros?" No me hace falta Su respuesta. Mi corazón tiembla con renovada esperanza.