miércoles, 16 de enero de 2013

APLASTANTE NAVIDAD





Transcurrida ya la Navidad, se puede decir que, una vez más, ha tenido lugar el gran acto de la Redención. Por mejor decir, el comienzo de la misma. Y una vez más, cualquiera se ve sometido a la perplejidad que produce humillar a la razón ante tamaña grandeza. Este es el primer obstáculo —y no es poca cosa— para dejarse aniquilar por la consiguiente alegría que habría de invadirnos. O sea, que casi nunca pensamiento y sentimiento están a la altura de tan amantísimo acto. ¿Cómo estarlo?
De ahí que, en dos ocasiones, haya tenido la oportunidad de leer a dos prestigiosas periodistas quejándose apesadumbradas ante la inminencia de las fechas navideñas; ambas mostraban por igual su desconcierto recurriendo a la imagen de una inminencia avalanzándose sin aviso previo sobre ellas, con ánimo de aplastarlas. 
Cómo me hubiera gustado responderles a modo de greguería: "La Navidad es un bálsamo, no un hipopótamo".