miércoles, 28 de octubre de 2009


POEMA PARA UN VEINTIOCHO DE OCTUBRE



Viene el tiempo, sumiso, a postrarse
nuevamente a mis pies,
y, de nuevo, se aleja con ese aire
de lúgubre animal acometido,
entristecida sombra sin presencia
cuyo paso humillado
rebela cuanta luz manó de las heridas
hasta hacer de la piel adelgazada
este tenue cristal que al mundo transparenta.

Ya no encuentro quien lama hoy mi mano
ni mi pura inocencia acompañe
en esta travesía
que ha de ser solo dulce ofrecimiento.




jueves, 15 de octubre de 2009

Buscar el lugar más recóndito, apartado del mundo pero en el mundo inserto, con el fin de cerciorarse de que en esto consiste la vida: un camino difícil pero asequible, el rastreo pormenorizado de indicios de otro tiempo que nos recuerden a qué pertenecemos, qué hilo imperecedero nos sostiene, hasta dónde se remonta el origen... Un instante después, mirar en

torno, haciendo el cálculo desangelado de hombres apegados a su angustia moderna; tal vez, como en mi caso, alzar la vista al cielo en busca de otro rastro bien distinto, imperecedero y sutil, inabarcable, demasiado parecido al vacío, paradoja de cuanto somos a diario, íntimo pasaje cósmico al que tal vez se accediera de una sola zancada hasta el otro lado del espejo.



































lunes, 5 de octubre de 2009


[y III]

Suena a tópico, pero era la mañana de un domingo con sol y estábamos sentados en un ángulo elevado de la plaza. R., más sabio, se embelesaba con los brillos ondulantes del agua, atento al rumor que producía la fuente a nuestros pies. Por distintos caminos, ambos habíamos llegado a la felicidad: la suya, impecable en su perfección, brillaba en la inmediatez del instante; por mi parte, sabiendo que todos fuimos alguna vez felices y perfectos, no lograba evitarle a la mirada esa melancolía convertida ya en costumbre. Está visto que nunca sirve la simple constatación de que todo es efímero.