Después de la intermitente y poco provechosa lectura de una novela de François Mauriac, quizás haya merecido la pena tan arduo viaje para llegar a la frase final: "Ella sabía ahora que no hay que merecer, que lo que importa es amar".
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[Epitafio escueto y enigmático que reza en la tumba de Borges, en Ginebra. Por nuestra parte, este será el espacio para la poesía y el pensamiento, como la manifestación de la sorpresa que nos asalta por el hecho de vivir. Invitación al sosiego espiritual, después de todo.]