Hubiera preferido haber dispuesto
de otra bien diferente sensibilidad,
la cautela anterior a toda hazaña,
limpio el ánimo de cualquier excusa,
la frente siempre bien alta, y sólida
la fe, inquebrantable su fulgor
mediante el cual la vida se sabe única,
imprescindible sólo en su alegría,
y en su dolor querida por los héroes,
entregados a un bien que los supera.
Con todo, sé, al menos, de cuanto no dispongo;
en mi orfandad, dejarme conquistar
por un reino sin armas ni oropel,
cuya triste verdad es un rescoldo
que apaga su calor contra mi nada.
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