sábado, 6 de junio de 2009


UNA ETERNA PRIMAVERA


Nunca fue la primavera mi estación favorita. De un modo oscuro solía identificar sus signos anunciadores con el origen de una inquietud imprecisa. Comprendía, no obstante, la inminencia de una profunda renovación en el vuelo de las golondrinas sobre el azul de un cielo que parecía recién estrenado. Y acababa por acostumbrarme. ¿Cómo se podía no aceptar un regalo semejante?
Hoy, metido ya en años, y sin perder del todo aquel recelo infantil, prefiero imaginar la vida como una eterna primavera, bruñida de toda mancha, eternamente azul y herida cada día por la punzante luz del Mediterráneo, ese mar calmo que supo de una belleza de la que hoy nos sentimos huérfanos. Así, los días tendrían algo de la radiante luminosidad de Le Mépris —esa extraña película de Godard—, con el subrayado inusual y a destiempo de la música de Georges Delerue. Como si cada uno de nuestros insignificantes gestos mereciese la exaltación de un acompañamiento de violines.

6 comentarios:

Eduardo Arias dijo...

A ti lo que te jodía de la primavera eran los exámenes, hijo mío; si lo sabré yo, que estaba en el mismo ajo.
Y ahora no los hacemos, pero los corregimos, que para el caso...
Bueno, cobramos, eso sí. Algo es algo.

Andrei Rublev dijo...

Está claro, amigo mío, que no puedo ponerme literario ni metafórico, pues siempre hay quien me conoce mejor que yo mismo. Con lo bien que había quedado lo de las golondrinas y el cielo azul... En fin. Sí, señor, todo debe de ser eso: el miedo a aquellos exámenes globales que uno, mal que bien, siempre superaba.
Cambiando de tema, ¿no tienes nada que decir de la esplendorosa Brigitte Bardot haciéndole un examen rigurosísimo a Michel Picoli acerca de las bondades de su magnífica anatomía?

Laura dijo...

Es que una primavera sin exámenes no sería primavera... prefiero el otoño

MarianGardi dijo...

Me gusta la ternura que depositan tus letras y la originalidad.

Saludos

Andrei Rublev dijo...

Muchas gracias y bienvenida. No se puede entrar con mejor pie en este blog, de manera tan escueta, tan delicada y tan sentida.
Gracias.

Andrei Rublev dijo...

Tú lo has dicho, Laura; se ve que eres estudiante en mi radiante y nostálgica Salamanca. Ese es el secreto, por más que lo disfrace de poesía: el temor a los exámenes.
A mí también me seduce el otoño (ya voy talludo, y eso se nota en gustos): el mundo parece aplacarse tras los excesos banales del verano.
Saludos "Lauranicte"