jueves, 24 de noviembre de 2011

Mirar hacia abajo


Quien no cumpla con algunas condiciones ineludibles (tecnológicas para más señas) no será un hijo de su tiempo. Internet es una de ellas. Quién sabe si la más importante. De vez en vez, uno se zambulle como un cetáceo en sus procelosas pero bien conocidas aguas. Sin profundizar nunca demasiado (acaso sea esa la característica más distintiva de un invento que acabará tildándose de "revolucionario"). Lo que a uno le intriga más, y hasta le fascina, será comprobar si los resultados cambiarán la faz del mundo según el principio darwinista de que la función crea el órgano. Por de pronto, continuamos imitando sobre la pantalla lo que viene repitiéndose durante milenios en la vida: la búsqueda del calor de los correligionarios o la brega que nos procuran algunos escarceos inútiles que sólo alimentan nuestro orgullo siempre malherido; el íntimo paseo en pos de hallazgos deslumbrantes, o la simple confirmación de nuestra pequeñez por la triste comparación con la inmensidad de lo nimio. Y siempre el dato preciso, la comprobación inmediata, la apabullante información como una variante de la angustia.
A saber si ya ha nacido una nueva especie acostumbrada a mirar hacia abajo con tal de no hacerlo hacia adentro.


3 comentarios:

Mayte Llera (Dalianegra) dijo...

Pues sí, generalmente miraremos hacia abajo, no sé si hacia el teclado de un PC o hacia nuestros pies o más abajo aún, hacia esos pobres infelices de más que meridionales latitudes, que vemos, con pena lastimera, porque pertenecen a un mundo aún sin internet, puesto que su precaria economía no les permite gozar del tamaño portento que constituye "la red"...

De lo que estoy segura es de que hacia nuestros adentros no vamos a mirar mucho, no sea que lo que veamos no nos guste demasiado. Y es que, ya lo dijera Jacques Cousteau, al fondo no llega ni el mejor batiscafo, así que esas aguas procelosas del interior humano, quedarán para ser estudiadas por extraterrestres venidos de lejanos mundos, armados de valor y de paciencia, amén de títulos, doctorados y masters de sus galácticas universidades...la misma paciencia que resulta necesaria para desentrañar ese gran misterio que constituyen las tripas de un vulgar ordenador, sobre todo cuando nuestra seguridad pueda depender de ello...

Desde luego que su post da para cavilar mucho, Sr. Bernal.

Saludos y feliz fin de semana cibernético.

Mayte Llera (Dalianegra) dijo...

Por cierto, muy buena esa reinterpretación del Grito de Munch, jiji.

Cristina Brackelmanns dijo...

Por de pronto, nos asustamos cuando una voz a las que nos gusta escuchar desaparece.
Creí que se la había tragado el mar y hoy me la encuentro rebautizada. Qué bien que se me ha ocurrido volver a intentarlo.
Pensaba justo estos días en eso del calor de los correligionarios, en que no sé si el calor debería ser simplemente humano, por encima de todos los "co", o si es inevitable que sea así.
Saludos, sr. Rublev (no tengo el gusto, pero buscaré en el apabullante mar. ¿conoce usted, por cierto, los buscadores de perlas de Bizet? Tiene un par de arias preciosas)